De alguna forma que no le toca saber cómo su cuerpo ahora pide que deje aquella tierra celta y que vuelva a las arenas de su Mediterraneo sombreado por los olivos y siempre cantado por su gente enrusgada de piel morena.

Quisiera él mudarse de pronto a su isla remota de aguas azules y gente pobre (no se incluyen ahí los turistas nórdicos) pero hay que tomarse el tren con lo que le resta de la plata conseguida en su última ocupación, que los patrones llamaban de "empleo", que logró conseguir en aquellas so cloudy lands.

El viaje es algo largo, además que la campaña francesa ya no causa tan grande emoción como le causaba años atrás, cuando cruzara por la primera vez venido desde Barcelona, pero sí, hay que cruzar Francia más una vez si quiere llegar al pueblo donde nacieron sus raíces.

El hombre no se detiene y sigue por el viejo camino
menos joven y más cansado pero llega a su destino:

Las casitas blancas siguen iguales con su gente de sonrisa presente y balcones grandes para el almuerzo, junto a los balcones siguen existiendo las oscuras piezas donde todavía se hacen largas siestas en el verano caloroso que nunca pudo encontrar en el Norte donde vivió unas tres pasiones, unos 6 jobs y un casamiento fracasado como todos en que la mujer linda y joven y dedicada muere por accidente de coche.

-Familia mía, gente fuerte y olvidada
A quien sólo les toca el aceite y la nada
Vuestro hijo de ojos negros y mano ruda
Sí volvió y aquí les ofrece ayuda
No con dinero o glorias o tesoro hallado
Sino con su sangre y su ancentral bailado.

Y empieza la noche de fiesta.