Por suerte no me verá nunca en pijama, o sea con mi peor remera y un pantalón viejo de colegio, ni llegará a conocer mis papás en una noche rutiordinadia de miércoles, cosas que por supuesto enamoran, trocitos desprentensiosos del cotidiano de uno que por ahi se te pegan al alma. Por suerte tampoco existirá el amor casi silencioso, el gemido reprimido de un orgasmo de casa compartida, de hermano que duerme (ojalá duerma!) en la cama de al lado, ni mucho menos la espera aburrida seis de la tarde en la puerta de mi trabajo, zapatos mojados o tránsito insolente, humo, grito, apuro, previa de noches dulces pero perfectamente previsibles y repetibles. Qué afortunados sin cumpleaños qué le compro de regalo, sin estúpidos planes para el futuro, sentirse vacíos de celos y noches de llanto, libres por fin de las dedicatorias cursis en los libros. Por suerte, y qué tranquilidad, no sabrá nunca donde están mis examores y mis vicios, mis lugares secretos en las ciudades que quiero, la lejanía profunda de mi niñez tragada por las dunas. Qué suerte, carajo, qué dádiva verse sereno y prudente, seguro y correcto, qué gran suerte, carajo, y qué macana.
todos los planes para el futuro son ridículos
Hermosas palabras. Abrazo
me lo robo, hermoso!
Mariana