28 junio, 2011

Singular

Entretenido con un dolor que hice cotidiano, rutinario no como un amigo, como un jefe de oficina. En las palabras que cargo en estos años de juventud viva y herida, entre las banderas rojas que suelo alzar, en medio a los poemas que pienso escribir, tengo su nombre de mar, también entre los dedos, su voz no de cantante, su perfil no de diosa, todo lo que pude llevar, guardado. Pasado es el tiempo que por fin aprendí a conjugar, tiempo de la alegría o del orgasmo pleno, como quieras. Futuro, como casi siempre un gran fantasma, grandísimo hijo de puta que nos ilusiona y nos salva con eventuales ademanes de esperanza. Pero el presente - si no fuera por mi persistente optimismo - una mierda. Si no fuera sería.

Pero a nosotros los inquietos la vida suele inundarnos de vida, de horror y maravilla, de amores y tránsitos y pérdidas y cambios. Este ritmo que buscamos y que nos llena y que a veces nos desborda, esa cantidad de acontecimientos (per modo di dire), esa velocidad increíble nos marca muy hondo, nos seduce y enorgullece. Y resumiendo, hay momentos como éste, cuando se amontonan las posibilidades de lecho, de techo, de pecho, posibilidades, en fin, posibilidades que a veces no importan por ser imposible o casi lo que realmente importaría, sin plural.
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