Respeto y quiero a los boletos, a los silencios, a las mil ciudades, a los cuantos idiomas, a las llegadas, a las partidas, a los sollozos, a la añoranza, a los planes, a la carpa en la arena, a las playas, a los vientos de frío y de calor, a las almohadas mojadas, a las sábanas mojadas, al Liffey que huele y sube y baja y nosotros, a los pinos, a las artesanías de los empecinados kaingangs, a las cartas, a las fotos, a los tragos largos, a los meses, al océano, a algunos equívocos, a un paseo por O'Connell Street y al hambre y a los pies cansados. Y a otras cosas que me callo, obvio.